viernes, 13 de agosto de 2010

TRANSFIGURACÌON DEL SEÑOR


La solemnidad de la Transfiguración, que celebramos hoy, cobra para nosotros.

Mientras la liturgia invitaba a contemplar a Cristo transfigurado, él terminaba su camino en la tierra y entraba en la eternidad, donde el rostro santo de Dios brilla en todo su esplendor. Por tanto, este día está vinculado a su memoria, envuelta por el singular misterio de luz que irradia esta solemnidad.

La Iglesia, cuerpo de Cristo, participa por gracia en el mismo misterio de su Cabeza. "Yo quisiera -exhortaba a los fieles- que fueseis capaces de entrever en la Iglesia la luz que lleva dentro, de descubrir a la Iglesia transfigurada, de comprender todo lo que el Concilio ha expuesto tan claramente en sus documentos". "La Iglesia -añadía- encierra una realidad misteriosa, un misterio profundo, inmenso, divino. (...) La Iglesia es el sacramento, el signo sensible de una realidad escondida, que es la presencia de Dios entre nosotros" (Homilía durante la misa celebrada en la parroquia de San Pedro Damián, 27 de febrero de 1972: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de marzo de 1972, p. 4).

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